La lluvia no se decide llegar de lleno. La ceniza del tiempo se ha vuelto más física estos días que la tierra nos recuerda que llevamos la de perder. El calor entorpece al cuerpo y el espíritu trata de sobrevivir sin los cantos de yigüirros. No no es hastío. Es lo de siempre. Yo cuento los años como los árboles dependiendo de los inviernos. El corazón guarda un empecinado silencio.
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