Buscar este blog

lunes, 2 de enero de 2017

Gavilancillos

El sol va muriendo detrás de los cerros en un fondo de de color indescriptible. Los gavilancillos se ven como criaturas mágicas suspendidos en el tiempo. La realidad es un lugar distinto cada día. Seria mejor seguir imaginando ciudades dormidas tras el sol teñidas de rosa y oro, como en aquellos días en que todas las palabras eran ciertas, todas las personas eran buenas y podía verte a los ojos y leerte la risa de las mañanas. Pero nadie volvió a necesitar mis manos cálidas, desde aquellos días en que podía saber con la certeza pueril que mañana en medio de la rutina una mirada tuya me abrigaba del viento y la insipidez. Amor prohibido, muy prohibido ya no te das tiempo de buscarme. Sin perder la apuesta diría que tienes miedo de necesitarme a pesar de ti.

A vos

Bailan los cantos de los grillos en plena noche. Casi se puede tocar la nostalgia. No, no es una sumatoria de culpas. Hace años que las guardo con revistas viejas, para utilizarlas a conveniencia cuando empaque las begonias del patio. Oscuras son las flores de los recuerdos. Como golondrinas enlutadas y pequeñitas terminaron las expectativas. ¿Quien me acompaña ahora en el valle de la rutina insulsa? ¿Quién discutirá conmigo de que color se pinta el pelo el Olvido? Como lluvia sobre los techos. La cabeza de agua de la pasión todo lo encabritó, y de ella quedo solamente el barro pegajoso de la certidumbre que aburre hasta al silencio con su olor a manglar. A veces el demonio que aleja de mi todo aquello a lo que me he apegado se asoma en la luna perezosa de noviembre. Sigo buscando el hogar aunque ya no se para que. Nacemos algunos así, perdidos desde antes de emprender el viaje. Errantes en la suicida realidad. Tratando de calzar en todos los árboles del camino. Dejando para otros los frutos dulces del espejismo del éxito. Estorbando. A veces de la semana desearía encontrarme un pájaro sórdido y ciego que me lleve detrás del desdibujado limite de la conveniencia.

Ilusiones de vuelta

No importa que tanto se entierren los sueños. Siempre en algún momento una palabra, un celaje una sonrisa los traen de pronto de vuelta. Y es tonto por qué la panza  da una vuelta de carreta por algo que no ha pasado. Es que los sueños, las ilusiones tienen la mala costumbre de arraigarse como un matapalo casi del aire, en los años en que el corazón y la mudanza eran ligeros. Cuando la amargura vivía en otras caras y no en el espejo de antes del café. Y hay noches de insomnio en que no te convences ni a ti mismo que añoras un poco tener ilusiones y sueños enredándose en el pelo. Hay noches en que quisieras que se hayan quedado, que no se marcharan cuando el Amor y la esperanza se burlaron de ti y les cerraste las ventanas para siempre.

Dormilona

He dejado pasar los años como agua sobre los techos. Oculté la pasión debajo de manglares y manglares de rutina, no sea que un día se despierte y me quite el sueño. Los deseos y las alegrías se han hecho modositas como las mujeres que por no ofender a nadie no mueven las caderas cuando bailan. He cerrado las ventanas, no sea que entre el amor como una cabeza de agua y me desordene los papeles otra vez cuando llueve. He disecado las ilusiones para que permanezcan sin alterarse y sin desteñirse. Y vos sigues ahí, escondido en algún árbol  riéndote de mi con tu risa de gato de cuento, susurrándome al oído que tal vez debería dejar la puerta abierta y soltarme el pelo. Sigues disfrutando cuando cierro el corazón y la casa de golpe, como las dormilonas.