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viernes, 5 de febrero de 2016

No es bueno dejar salir a los demonios los sábados.La ceniza a veces cubre el deseo, más de una vez las lágrimas regresan a su cauce. Se puede confundir a veces las personas y las cosas con otras, más antiguas, más queridas o profundas. Y uno cree que vuelve. Pero el pasado es un animal bastante salvaje que una vez que te bota no se deja montar otra vez.  Sólo se asoma y olfatea tus pasos en días calurosos y lluviosos.
La noche se desliza por las raras curvas de la madrugada y extrañamente el calor se mete en los huesos más rápido que la Ginebra. Hay algo medio triste en el ambiente, y no, no sos vos aunque puedes ser bastante molesto. Es como la ausencia del abrazo en la casa. Es como cuando se marchó el gato. Es como un silencio largo en un día de lluvia. Como viajar horas sin hablar. Como un desamor muy viejo que llega de sorpresa a tomar café.
No, no era la ausencia del canto de las cigarras. No es la neblina ni la humedad del medio día. No es que no haya visto colibríes y libélulas. Es que no te escuche peleando con la rutina. Busqué tras la puerta tu voz. No es que haga frío de noche. No es que el sol no juegue con los árboles en la mañana. No está tu sonrisa. Esa es la ausencia, la falta el frío y la neblina que me invade hoy.
Bailan los cantos de los grillos en plena noche. Casi se puede tocar la nostalgia. No, no es una sumatoria de culpas. Hace años que las guardo con revistas viejas, para utilizarlas a conveniencia cuando empaque las begonias del patio. Oscuras son las flores de los recuerdos. Como golondrinas enlutadas y pequeñitas terminaron las expectativas. ¿Quien me acompaña ahora en el valle de la rutina insulsa? ¿Quién discutirá conmigo de que color se pinta el pelo el Olvido? Como lluvia sobre los techos. La cabeza de agua de la pasión todo lo encabritó, y de ella quedo solamente el barro pegajoso de la certidumbre que aburre hasta al silencio con su olor a manglar. A veces el demonio que aleja de mi todo aquello a lo que me he apegado se asoma en la luna perezosa de noviembre. Sigo buscando el hogar aunque ya no se para que. Nacemos algunos así, perdidos desde antes de emprender el viaje. Errantes en la suicida realidad. Tratando de calzar en todos los árboles del camino. Dejando para otros los frutos dulces del espejismo del éxito. Estorbando. A veces de la semana desearía encontrarme un pájaro sórdido y ciego que me lleve detrás del desdibujado limite de la conveniencia.
Tal vez no tenga tiempo. Este se ha vuelto contra mi. No sé si podré pintarte una sonrisa una vez más. Decirte que me parezco más a ti de lo que me gusta admitir. Que ahora te entiendo. Quede nada me ha servido el corazón que me pusiste, que no ha sido culpa tuya. Que lo poco que se, no lo aprendí sola. Que observarte para bien o para mal ha dejado en la mesa un poco de sabiduría. Se me ha ido la vida dando vueltas, luchando conmigo. Que lamento no poder entenderte más, no lograr devolverte nada. Quisiera poder pedirte que me esperes. Pero no quiero llenarte más de dudas. Que en tus ojos apagados veo claramente a tus sueños dormidos. El tiempo se ha vuelto contra nosotros.