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domingo, 20 de marzo de 2011

El reproductor

No importa el formato o el precio. La gente necesita tener en las orejas ese aparatito. Para no oir a los mendigos, ni las noticias, ni el regaño de los padres, ni las recriminaciones de los cónyugues, ni el llanto de los niños, ni los discursoso de los políticos. Pero creo que lo necesitamos, para no quedarnos solos con el tenebroso silencio, que carcome la tranquilidad y permite oir a la mente que no descansa, y nos echa en cara los errores, y nos dice sin tapujos lo que ya sabemos y no queremos oir, ni siquiera de nuestra conciencia. Huímos de la soledad pasmosa o del el miedo terrible a no poder cambiar con un botón el mundo que nos rodea.

Consuelo

Entra un frío delgado por debajo de la puerta
y por las celosías se cuela el lamento de los árboles
que se quejan por que el viento
les dobla la espalda.

Por un motivo incierto
tu nombre cayó en mi día
como una negra y desafortunada mosca,
en picada, sobre mi café.

Y ya no sé si es dolor o desidia,
la cuestión es que al orgullo le hierve la sangre
ante el hecho incuestionable
de que todavía me jodes la vida.
Estando años atrás puedes aún
dejarme un mal sabor de boca.

Y es poco, muy poco el consuelo
que me deja la idea que también
puedo amargarte,
de lejos
unas cuantos minutos
si revisas un día
tus estados de cuenta
y veas que alguna vez
pagaste toda la cena.