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miércoles, 15 de septiembre de 2010

El ogro


El ogro filósofo del bar de siempre aterraba a todos con una racionalización brutal de cada cosa que se dijese en su presencia. No aceptaba ninguna idea sin analizarla, generalmente las dejaba junto a las cenizas del cigarro, colgando de hilos como las ranas de laboratorio. Era extraño, el Ogro tenía un excelente humor y hacía reír a todos con su lengua filosa,  pero no disculpaba la trivialidad más mínima. El no entendía que a veces uno dice las cosas sin pensar, para él, eso era demasiado inimaginable. Un día entró al bar la bruja del segundo piso con los ojos tristes , y conversaba con el Ogro hasta la madrugada   de las cosas que distraen por horas.Una noche de tantas,usando el poder que sólo dan los años y las malas experiencias, la bruja descubrió un terrible secreto, deslizándose en los ojos bohemios de su verde interlocutor. Había detrás de tantas y tantas razones,  ternura infinita, escondida bajo una gruesa capa de inconformidad. La bruja sonrió a medias y en un descanso de uno de los acalorados debates miró directamente al Ogro, sin decir palabra.
Un silencio aplastante se sentó en la mesa.
La bruja, para no incomodarlo, hizo que no se había dado cuenta y le dijo que iba a comprar cigarros en la barra. Cuando volvió, el Ogro había cambiado de postura, de tema y estaba haciendo burla de los duendes menores de peinados exóticos que llegaron a pedir cocteles de colegiala. De ahí en adelante, la gente notó extrañada que la bruja del segundo piso se daba el lujo de hablar de las noticias y del clima con el Ogro y que ya no trataban tanto de arreglar el mundo. La bruja sólo notó que la ternura se escapaba con más frecuencia  a través de brillo verde metálico y riéndose en secreto, pensaba que es muy fácil hacer amistad con los que alguna vez se han perdido en éste bosque de lágrimas.

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