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jueves, 7 de noviembre de 2013

¿Me ves?

Me viste ardiendo en deseo,
me has visto.
Me viste sacando de mi ,ganas acumuladas
como telarañas en madera vieja.
me has visto.
Te compartí un instante de mi esperanza
y la viste allí.

Sin embargo,
con una mirada, crees que tienes idea
Los demonios que viven en mi son tan viejos
y tan fuertes.

Y ya no me impresionan
las vueltas que le dan a las palabras.
Tendrías que llevar muchas migajas
para salir
de la montaña oscura de mi fuerza.

Por que yo te advertí que soy inolvidable
pero no que me disgustan
enormemente
las brújulas ajenas.
Sólo sigo los caminos perfumados
con olor a gardenias
y soledad maciza y tranquila




Bajando

No es fácil bajar de las colinas del deseo,
normalmente
algo incómodo
como las picaduras de insectos
que dura unos días en quitarse.

Lo malo es cuando te ofrecen pasión
y te la quieren dar como limosna
como cuentagotas.

Por que toda la furia
la fuerza,
el temporal...pasa.

Y de pronto se abren los ojos
y la cama sólo está destendida.


lunes, 14 de octubre de 2013

Fusion de varios

No se si me asusta más
estar a la espera de tus manos
o que mi pulso se altere de nuevo
con solo recordar tu olor.
No sé que demonio se esconde
tras la tinta de tus brazos
que espanta a uno viejo y cobarde
que ha vivido amarrado 
a mi boca desde hace siglos.
Que ha roído las ganas de tener ganas
que volvió mi piel seca
como las pieles de sapo
que ruedan por los caminos.
Mientras espero
cuéntame donde aprendiste a 
descoserme la timidez, 
a abrirme todos los labios que tengo
así.
La verdad
no me interesa que nombres les pongas
a los demonios 
ni que veneno escondes
Para mi no tienes pasado ni futuro.
Eres sólo el instante
en que me acordé
que una vez en octubre
rezaba para que siguiera lloviendo.
Eres el instante en que las libélulas 
se enredaron en mi pelo.
Así que esperaré con paciencia
a que salgas corriendo, 
pero cada vez que pueda, te advierto
mis uñas harán diseños difíciles de borrar
debajo de tu piel
y aunque siento que difieres de mi
como si fuéramos 
dos ríos distintos
aprovecharé la cabeza de agua
que hizo que nos revolcáramos
en el mismo lecho. 

viernes, 11 de octubre de 2013

Esperando otro octubre

No se si me asusta más
estar a la espera de tus manos
o que mi pulso se altere de nuevo
con solo recordar tu olor.
No sé que demonio se esconde
tras la tinta de tus brazos
que espanta a uno viejo y cobarde
 que ha vivido amarrado
a mi boca desde hace siglos

Pasionaria

Mientras espero
cuéntame donde aprendiste a 
descoserme la timidez, 
a abrirme todos los labios que tengo
así.

Deseo

Deseo pedirte sin remilgos
un par de horas de sudor y alegría.
Deseo cabalgar por tu cuerpo
y encabritarme mientras abres
mis piernas, con fuerza.
Deseo verte jugar con mis pechos
que me doblegues,
que me desdibujes el cuerpo,
que me amarres los tobillos
y el carácter
a tu espalda
y volverme una criatura que solo viva
para lamerte el placer de la piel...
Un par de horas.
Pero me da vergüenza y miedo
pedirte tanto.
Así, descaradamente.

martes, 8 de octubre de 2013

La piel no tiene memoria

La memoria de la piel
es un animal ciego, 
salvaje.
No recuerda nombres, 
No recuerda días.
Recuerda sabores, olores.
Y los busca con la ansiedad
de un ejército de hormigas al cruzar la montaña.

La memoria de la piel
no puede cambiarse.
No tiene prejuicios,
tiene papilas pequeñas
que raspan como lengua de depredador
la carne.
No sabe usar cubiertos
ni ser discreta.

La memoria de la piel no es selectiva.

No sabe cuando detenerse.
No sabe de maldades, de traiciones, 
ni de bondad ni de locura.

Y por eso, cuando la piel recuerda a la felicidad
se dispersa, se confunde.
Hace rabietas como los niños pequeños
se humedece si llueve, 
pide sólo que sacien su sed eterna.
No se da cuenta, ni un momento, 
de lo doloroso que pueden ser
recordar.

jueves, 1 de agosto de 2013

El bosque oscuro (1993) Parte III

Las ciudad se veia más gris todavía, por efecto de la lluvia. Las carretas avanzaban muy despacio hacia el cuartel que habían acondicionado para los prosioneros venidos de todos lados. Parteras, adivinadores,  vendadores de hierbas, todo aquel que habia despertado miedo o envidia estaba confinado en las enormes pabellones de piedra. Los juicios debían ser públicos, y los místicos decían que el escarmiento de esas gentes iba a librar de la plaga. Fiebre, muerte inevitable una vez u e empezaba.
Manchas en el cuello, moretones. Eran una sentencia firmada. Las personas se consumían en un par de semanas.
Los priores y obispos contaban de avistamientos de sombras que iban entre las casas de los enfermos. Cascos de bestias en galopes salvajes, en media ciudad, cuando los guardas confrmaban que no había nadie. Música extraña de intrumentosdesconocidos en las plazas a media noche. Muerte y maldad invadía todos los rincones. Ni ceremonias sagradas se permitieron. Todo el mundo debía acatar el toque de queda.
Hester había adelgazado considerablemente. Su bonito rostro se veía maliciento.Su  hermoso pelo rojo estaba sin brillo, quebradizo.
Por ser más joven, calcularon que podía soportar mas tiempo las condiciones de  la prisión más tiempo, asi que la colocaron en las celdas del fondo que estaban cerca del establo. La idea era ir sacando a las más viejas, que apenas habían soportado el vieje, para que las juzgaran rápidamente.La comida escaseaba y no la desperdiciarian en condenados. Pero por cuestiones de salubridad no podían permitir que se propagaran más plagas en la ciudad y concienzudamente las acomodaron según lo que esperaba que sobrevivieran.
Todos los días decenas de personas se ahorcabanen la plaza mayor, presididos por las sacerdotisas y místicos más importantes de la ciudad, y eran enterrados en un enorme fosa común donde los cuerpos eran quemados antes de enterrarse. el fuego es liberador.
Como la plaga no disminuia, propusieron que la horca no era suficiente. Comenzaron a degollar a los condenados y dejarlos morir desangrados.
Los gritos podía oirlos Hester, y casi cualquiera, a una enorme distancia. Ella trataba de no oirlos. Junto a los caballos y asnos, habia podido distinguir al lobero enorme. Y temió que lo descubrieran y lo mataran. Sin embargo era un perro listo. Se acrcaba a la ventaa de la celda por las noches, y le lamía las manos, y eso la reconfortaba. Ella no entendía de maldades, de pecados, de plagas. Sabia que la habian condenado por que le tenian miedo. Por que sospechaba que la gente se dió cuenta que ella podía ver cosas que aun no habían pasado, que a veces los árboles le hablaban. Que soñaba con secretos de las personas. Ella siempre lo ocultó, incluso a sus padres adoptivos. Ella aprendió a hablar haste que tuvo doce años. Lo que pasaba es que le daba miedo contar lo que veia, cuando era evidente que los sencillos campesinos no se percatabn de las bestias ocultas en el espejo y en el fuego que la asustaban todas las noches. Cuando fue mayor , las visiones se hicieron menores, y ya no eran tan terribles. ¿pero cómo se habían enterado?
Bordaba y desbordaba pajaros en el reves de la falda, y de todas sus ropas haste que toda ella estuvo llena de animales míticos, arboles y altares.
Por fin, noto que un dia se llevaron a las mujeres de la celda contigua. Al otro dia sería su turno. Esa noche casi no durmió, soñó que cabalgaba en un enorme caballo púrpura, que se topaba a las personas y les besaba el cuello, y con cada beso, su fuerza aumentaba.
Soñó que el caballo hablaba y ella  le decía Padre. Pero ella estaba hermosísima, vestida con ricos paños, con sedas bordades en numerosas capas cn todo tipo de piedras preciosas como adorno. El la llamaba en la oscuridad, y ella le buscaba. Sin embargo tenia la sensación de que no era ella.

miércoles, 31 de julio de 2013

El bosque oscuro (1993) Parte II

Parte II
Hester recogía verduras en el cercado de su cabaña, en las orillas del nbosque para poder vendar algunas en el pueblo y conseguir algo de dinero. El leñador y su esposa habían muerto varios años antes y vivía pobremente. Las gentes del lugar le tenían miedo, era joven y hasta algo bonita, con su largo cabello rojo y los ojos de color ceniza. Sólo los extranjeros incautos iban hasta su cabaña a encargar los magníficos bordados que realizaba. Nadie sabe quien la enseñó. La mujer del leñador era una mujer hosca, simple, jamás habría podido. Pero la verdad es que Hester podía bordar cualquier cosa mientras tuviera hilo y aguja. Le llebaban capas, botas, ropa de niño, y ella los dejaba llenos de árboles, flores y pájaros. No importaba si era seda o cualquier lino barato, ella dejaba bordaba con una maestría tal que las figuras parecian salirse de la prenda.Sin embargo, había un dejo de tristeza en ellos, eran figuras algo sombrías, si uno prestaba atención. Simpre había entre las flores, entre los racimos de uva, tras los pajaros, pares de  ojos expresivos que parecían espiarte desde la tela. Todos los animales tenían los ojos cerrados. Y a veces dibujaba lobos y perros de caza, independientemente del encargo, en alguna parte relativamente oculta de las ropas  y estos si  tenían los ojos abiertos.
En el pueblo más cercano, más por miedo que por caridad le compraban las verduras y las frutas silvestres que recolectaba y usaba el dinero para adquirir agujas, dedales, algunas telas modestas, algo de carbón, velas. Cuando terminaba algún encargo y le pagaban bien, compraba harina,mantequilla, naranjas,  alguna herramienta y frascos de vidrio para hacer las conservas para el invierno, dejaba encargada la leña aunque era bien difícil que alguno de los muchachos fuera tan valiente de ayudarle a subir en el carretón la mercadería y menos aún ayudarle a descargarla en su casa.
A pesar del aislamiento Hester se sentía feliz. Tenía la compañia de un par de gatos gordos y un enorme perro lobero de color ceniza que vivía con ella desde que e leñador estaba vivo, y los protegía de las bestias salvajes. Casi nadie vivía por allí. Decian las gentes que años antes el bosque estuvo lleno de brujas, y aunque ahora se creia deshabitado, seguían percibiendo una maldad temible. Cada verano se incendiaban regiones recónditas y aparecían cerca de los pueblos lobos  enormes que huían del fuego. Pero siempre habían viajeros que con cierta frecuencia pasaban  de regreso de las montañas, que no conocían las historias ni los rumores y se acercaban a la cabaña, le compraban alguna provisión, a veces no tenían mucho dinero y le pagaban con trabajo a cambio de que les acogiera algúnos días mientras recuperaban las fuerzas. La mujer del leñador era una mujer piadosa, y había enseñado a Hester sobre la caridad  y a ser amable con los que viajan.
Cierta vez, la región se conmocionó con la noticia de que en las ciudades lejanas había una gran peste, que se morían las personas como moscas, y que atribuían todo a la actividad de hechiceros y brujos. Debido a eso, autoridades, soldados y místicos recorrían las regiones remotas en busca de los culpables y los llebavan a la ciudades para finalmente condenarlos a la horca o a la hoguera y minimizar el mal que provocaban.
Como era de esperarse, las gentes del pueblo no tardaron en señalar a Hester como una posble bruja. Vivía cerca del bosque oscuro, no estaban seguros si realmente era hija del leñador, algunos amigos de este habian dicho que este la habia encontrado en los linderos del bosque perdida y salvaje y que podía ser hija de gitanos. Y en efecto, como diez soldados llegaron a capturar a la muchacha delgada y alegre.
El viaje a la ciudad era muy muy largo. Metida en una carreta-celda, con algunas mujeres viejas y enfermas, Hester estaba tan triste que no hablaba. Lo que hacia a escondidas, era bordar el revés de sus faldas. Antes de que la capturaran había logrado coser una bolsilla con agujas e hilos de colores entre sus ropas. Se entretenía tratando de que le diera la poca luz que entraba por las rejillas lo suficiente para ver lo que hacia y que no la vieran los custodios. Su consuelo era el perro lobero y cenizo que de lejos seguía a la triste caravana. Le agradaba pensar que alguna criatura se preocupara por ella.


El boque oscuro (1993) ParteI

Parte I
Nubia se llamaba la matriarca, la primera bruja de esas tierras. Manejaba con puño de hierro a las aprendices y sirvientas que tenía y era famosa por que sus hechizos si servían. Reyes, príncipes y hasta obispos acudían al bosque  de los pinos negros, a hacer tratos con ella. Ningún gobernante se atrevió nunca a echar al grupo de mujeres de esas tierras.El mal asechaba en cada pájaro oscuro , los lobos eran de un tamaño sobrenatural y la gente que se extraviaba a veces no regresaba jamás.
Cada luna, la anciana matriarca se rejuvenacía, a costa de sacrificios y artes oscuras y sus tratos con los demonios y se volvía hermosa como luna de plata. Esta vez, el rito era bizarro. Dos hermanas gemelas, de unos tres años de edad, hijas de la misma Nubia con alguno de los viajeros que llegaban a que les practicara hechizos para la fecundidad de la tierra iban a ser entregadas en cuerpo y alma al demonio ancestral que vivá en el bosque. La idea era que con esa entrega, el efecto del rejuvenecimiento y la belleza iban a ser permanentes.
Meses pasó preparando a las hermanas, que ni nombre tenían. Las habían criado como a cabritos a los que se piensa matar cualquier día. Flacuchas, débiles, como animalillos gruñían en vez de habar. La melena roja les llegaba casi a los pies,vestidas con harapos, casi ni sabían caminar. Las hizo comer carne de cuervo y lobos, beber sangre de cuanto animalucho sacrificaban en las ceremonias.
El gran día, una de las mujeres las sacó de la tienducha donde las mantenían, y las lavó con esmero aunque tuvieron que darles para ellouna droga para aturdirlas, ya que eran muy salvajes, pateaban, razguñaban y mordian.   Cepilló los cabellos con aguas perfumadas con hierbas del bosque y les trenzó flores oscuras y semillas . Otra de ellas las vistió con unas ropas de terciopelo negro, todo bordado con hilos de oro y plata. Les pusieron unos extraños zapatos, bordados también con símbolos cabalísticos.
Nubia inició la ceremonia, convocando al caballo púrpura, que era como se presentaba el demonio que habitaba el bosque. Y este acudió. Si cualquiera lo hubiera visto en otro lugar, habría pensado que era una criatura divina, mística, santa. Era  extremadamente hermoso, de gran talla con las crines largas y sedosas, el cuerpo atlético y perfecto. Pero si se miraba a los ojos, un terror indecible invadía el alma. Una maldad sin nombre, un miedo sin límite, un dolor indescriptible, un fuego terrible emanaba de ellos cuando la primera impresión de la belleza había pasado. Sólo Nubia era lo suficientemente experimentada para poder verlo a los ojos unos pocos segundos sin morir en el acto. Llevaba décadas haciéndolo, y aun así, la s manos le temblaban todavía cuando se acercaba al altar de los sacrificios.
 Las dos niñas habían sido puestas en una especie de tálamo.
Cuando llegó el momento clave, la bruja subió a una de las niñas a los lomos del animal, pero evitando la mirada de este, vió a los ojos de la criatura. El horror, la maldad, el dolor, eran infintamente superiores. Nubia apenas pudo bajar la vista para no morir. Pero su alma acartonada y cruel, se lleno de miedo. El poder que le estaba dando al demonio ancentral del bosque era demasiado. Tal fué la desesperación, que tomó en brazos a la criatura que quedaba y salió huyendo enre los árboles, para sorpresa de todos los condenados que presenciaban de lejos el ritual.
La bestia la persiguió furiosa, y la niñita que llevaba a cuestas, ya no era débil ni flacucha, era una niña hermosísima, de cabellos rojo como la sangre, los ojos grises, y se sostenía con fuerza de la crin con maestría. Cuando alcanzaron a la mujer que corria con dificultad le hablo, con una voz siseante y dulce- Madre, dame a mi hermana. Se te perdonará la vida- Pero no la soltaba. Entonces la niña desmontó, y con un puñal ceremonial que habían puesto en sus ropas, haciendo alarde de una fuerza enorme, hizo a la mujer arrodillarse y la degolló. La otra niña estaba drogada todavía y al caer al suelo se incorporó torpemente y empezó a caminar, aunque tropezaba por que no tenía costumbre de usar zapatos ni moverse en u espacio libre.
Cuando la hermana la iba a montar al caballo, un enorme perro ceniciento y sarnoso, que daba vueltas cerca del campamento desde hacía años, al que no habían podido aptrapar se interpuso de repente. Y para sorpresa de las almas perdidas que se habían quedado petrificadas de miedo viendo lo que sucedía, viendo como mataban a su matriarca, el perro habló- Esta no, esta no es para ti- La niña demonio quiso ignorarlo, e intentó dar un golpe con el puñal, pero el caballo la detuvo y se la llevó. El perro tomó a la pequeña y la fué arrastrando fuera del bosque.











Remordimiento

1994. Editado
I.
Antonio , a través del ventanuco que formaba la tienda de acampar, vió al sol salir y  herir con los dedos a las oscuras nubecillas de la noche. Vió de lejos los edificios repletos de sosos turistas y no pudo evitar extrañar los manglares llenos de culabras verdes y venenosas de otra época. ¿Veinte años? Gardel hacía tiempo había predicho que no son nada.
Fué a desayunarse en la pobre pensión que la noche antes, cuando llegó a supervisar unos trabajos en el nuevo hotel, le habían indicado que era el lugar más cercano donde poder comer algo decente. Algo decente, como si de chiquillo no hubiera cazado tepezcluintes y venados con Tata, y comido huevas de iguana y carne de garrobo.
Hace muchos años había huido de ahi para olvidar. Para progresar, según él, para escapar según la conciencia.
II.
Carmen tenía una trenza oscura y larga que  casi le llegaba a as nalgas, y a el le gustaba desenrredársela en la noche, cuando hacía tormenta. Unos ojos de color celestito que contrastaba con la piel oscura. Culpa de un marinero y una chumeca del puerto. Pero Carmen pocas veces le dejaba hacer algo más que deshacerle la trenza. En cambio, Lucía, la hermana mayor, hija de un antillano, con la piel negra negra como los gatos que a veces saltaban a la par de uno en el monte,  que se hospedaba con ellos después de que se murió la mamá,  más de una vez se restregaba  contra su cuerpo en la troja, mientras guardaba los fierros. No había sido culpa de nadie. Habían muy pocos hombres en aquella remotidad, sólo los valientes que le peleaban cosechas escuálidas a una montaña revuelta con mar , mala idea la enfrentarse a dos diosas al mismo tiempo, como decían los pocos indios que quedaban. Una remilgada tímida, seca, otra que mareaba cada vez que servía una taza de agua mostrando descaradamente los pechos. La virilidad y  fuerza de poco más de veinte años. Mala idea, como decían los indios, enfrentarse a dos diosas al mismo tiempo.
¿Cómo imaginar que a Carmen le iba a doler tanto?¿Cómo si parecía que no le interesaba? No habían amigas, consejeros, consuelo en aquellos lugares y los sacerdotes llegaban como cada tres años a casar gente y zampar en las aguas bautismales a los pocos niños que sobrevivían las épocas más lluviosas. Carmen huyó por la montaña y no aparecío mas nunca. Lucía se fué con el primer comerciante de cacao que pasó por allí, carcomida por la culpa también. Él se marchó al año, con un titulo de propiedad de lo que habia podido reclamar Tata en esos años, enrrollado dentro de dos  bolsas de plástico, decidido a triunfar.
III. 
Era extraño pasear por ahí con zapatos, y no con botas de caucho, como antes. Tres hoteles cabían en las tierras reclamadas por Tata. Y detras del manglar un puerto privado y una playa prístina, cómo le gustaba la palabreja, prístina que atraía a los aburridos citadinos que llegaban a ver televisón por cable mientras oían al mar de lejos.
Cuando pidió un café negro sin azúcar, la muchacha de la pensión se volvió a atenderlo y el corazón le dió un vuelco al ver unos ojos celestitos que contrastaban con la piel oscura, y una naríz igualita a la suya propia.
-Caaaaaarrrrrrmeeen dígale al señor que ya casi sale el café-oyó a una voz detrás de la puertilla que separaba el mostrador de la cocina. Una voz malditamente familiar.
Antonio tomó el desayuno mientras espiaba a la muchacha, devanándose los sesos para calcularle la edad. Sudaba más de la cuenta, aun era temprano y no hacía tanto calor. Luego mientras entraba y salía gente de la cocina, vió una figura femenina de espaldas, con una gran trenza, medio canosa, pero larga. Pagó rápidamente y se fué.
Al regreso al hotel en contrucción iba canturreando que veinte años no son nada. Y el corazón destilaba un alivio que le hizo olvidar la mitad de los encargos de su socio . No, no había perecido en el monte. No se había muerto. Y se quitó el remordimiento de un manotazo mientras espantaba mosquitos.



El hechizo

1999. Editado
En la sabana eterna, infernal en un marzo perdido, los pastos vueltos casi paja se aferraban a la tierra como náufragos. Uno que otro tijo revoloteaba cerca del rancho, escondiéndose del sol del medio día, que democráticamente, sofocaba a todas las criaturas.
Cristina entró con una arruga en mitad de a frente y una expresión  hosca en aquellos ojos que parecían más negros que de constumbre. Tiró un pedazo de camisa encima de la desvencijada mesilla de la entrada, y unos cuantos reales. Desde la mecedora, de espaldas a la puerta mientras contaba las vueltas que daban las avispas cerca de la ventana,  una voz herrumbrada y más bien masculina estremeció el aire cargado con olor a manzanilla, ajo, menta, ruda y romero.
-¿Que se case con usted?
-No
-¿Entonces?
-Que nunca quieran casarse con él.

Cuando Cristina se fué, la voz herrmbrada le comentó a un gato gordo que había enrroscado a la par de la tinaja del agua, con una sonrrisa dibujada en la boca mustia ya de los años y las hambres:
-Esta si entiende


martes, 30 de julio de 2013

Malas hierbas

A veces las ilusiones nacen como malas hierbas
al empezar el invierno,
inoportunas, inesperadas,
y no queda de otra que arrancarlas.

De tanto ronrronear en mi casa
en mi cama y anexos
mi soledad me aturde tanto,
que por un instante creí pertenecer a algo,
creí encontrar el lugar donde
pudiera reposar finalmente mi corazón.

Pero un hechizo que hay en el unbral de mi puerta
aleja de mi todo lo que amo,
desde siempre,
desde antes de octubre.

Un espejismo que cada ciclo
cambia de lugar.
La felicidad es una decisión
difícil de tomar.

Y ahora empezar otra vez
con las manos vacías.

Pero no puedo evitar tener
sentimientos encontrados,
como cuando uno se va de una casa
en la que ha vivido muchas cosas.
Como preguntarse que será de las begonias.

Mis demonios me han dicho la verdad
toda la vida,
no soy de este mundo.
No es aquí.
No puedes tener nada.
No puedes.

Odio darte la razón
cuando dijiste hace años
que no era suficiente.
Nunca he sido suficiente.




lunes, 11 de febrero de 2013

Digna de amor

Sentada en la penumbra, la felicidad juega con las jirafas dibujadas en tu ropa. Tu olor  es tan pequeño y lila como tu. Jamás he visto la belleza si no es en la luz cuando juega a esconidas en tus ojos oscuros. Y me haces cambiar los cínicos rosarios de incoherencias, y pedir que el amor brinque contigo en el patio, que la sabiduría teja pañuelos con tu pelo negro, que la alegria y la abundancia se enamoren de tu nariz de campanita, que tu mente clara no se pierda nunca en este valle de lágrimas aunque sufras los dolores de muelas que la vida nos depara a todos tan democráticamente. Que la amargura no encuentre tu casa y la risa tenga en tu mesa un plato de galletas recién horneadas en la mesa.
Amor, que hasta ti, no había conocido. Mi café con leche, pequeña trampa del destino, para que no quiera irme antes de tiempo, para que quiera lograr algo y que lo veas algún día.

sábado, 5 de enero de 2013

Espejo de agua


¿Fui alguna vez algo más
que un refugio temporal contra la maledicencia?
¿Acaso el amor que he dado a caudales
de miles de formas, no se devuelve?
Por que los pecados si que regresan,
en la forma más dolorosa posible.
Por que las angustias y las palabras
si pueden,
te tiran piedras en la cabeza
si les das las espalda.

Y mirando al espejo que forma la lluvia en los charcos
no veo futuros,
y los pasados se vuelven color barro.

¿Cuánto más van a cobrarme
los demonios de mi conciencia
el no haber querido
dormir con la canción de sirena
de las apariencias?



Ojos color de montaña

Años buscando ese olor a verdad y tabaco en un cuello de madrugada. Esperando ver en unos ojos ese color de montaña embravecida mientras los deseos bajan cabalgando las colinas. He pasado muchas páginas hurgando por las palabras que se piden al olvido.Y pasaste vos.Y los árboles siguieron pidiendo lluvia en verano y yo seguí escarbando las lunas nuevas de noviembre viendo si aparece el abrazo que nunca duerme. Buscando rezar las cuentas del tiempo sin culpa.
¿Qué buscas en el armario del pasado? Si las manos se secaron esperando, si hace años puse el corazón en otro lado, escondido . ¿De que vale usar al viento para decirme lo que ya no vale la pena? No es que te ignore, es que ya no escucho tu voz en los pasillos de la rutina, es que nuestros rosarios rezan a distintos dioses. Es que el dolor se volvió tan parte de mi, que riega las begonias conmigo en las mañanas y ya no me estorba. En cambio vos, como las cortadas en los dedos me incomodas sin más consecuencias.