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lunes, 31 de enero de 2011

Instantes

Cómo puede un olor
arrastrarnos tantos años.
Cómo una palabra tiene tan pocas letras
y tantísima culpa.
No recuerdo el día
en que olvidé los olores
o las palabras,
pero si me los encuentro
de casualidad,
tendidos en la calle
como sábanas viejas,
o si me pican la piel
accidentalmente
como un mosquito,
me hacen viajar por un instante
atrozmente corto,
a una época feliz,
de aquellas de las que uno se fue
como si no pagara la cuenta,
y por ende no debe volver
aunque sea tentador.


Es cruel como un olor o una palabra pueden,
de pronto,
dejarnos indefensos, vulnerables
por un instante
insufriblemente largo
y hacernos recordar
las cosas que enterramos
más abajo que los muertos,
en los rincones más hondos
de la conciencia,
para que no nos estorbaran
o para seguir viviendo.

Es intenso como un olor o una palabra
aunque no tengan manos ni siluetas
pueden reconocerse,
para volver en un instante de descuido
al lugar, al recuerdo, al pecado
a la felicidad o a la miseria,
Es increíble cómo se pegan
a las zuelas de los zapatos,
y aparecen de pronto
en el sitio menos pensado.

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