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miércoles, 18 de julio de 2012

Caprichos 1


 Largas se hacen las noches sin que se decida a llover. Esperar se disuelva esta sensación que se pega a la piel como un amor viejo, de un calor sin cuerpo que lo resista, de un volver a rezar las cuentas del tiempo sin ganas y con intereses.
Vuelve la lluvia a describir la soledad en las aceras. Vuelve la madrugada a bailar en mi techo. Y sigue cantando el silencio en las mañanas mientras tomo café. Y el gato del vecino ronronea eternidad en el jardín espantando a los pájaros y a los deseos. Espero que el tiempo se aburra de cobrarme los viernes a fin de mes.
Que difícil quitarse la mala costumbre de perseguir mariposas, de ver llover o de esperar a oír tú voz, o su voz o cualquier voz en la ventana susurrando mi nombre.
Torpe me siento volviendo a deshojar las flores del tiempo, como sí no supiera que llevo años viendo los pétalos podrirse a mis pies. Como sí fuera posible que revivieran los aguaceros de un octubre borroso, lejano, dulce. Como sí fuera posible que la amargura se diluyera con el llanto suave de abril.

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