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domingo, 20 de marzo de 2011

Consuelo

Entra un frío delgado por debajo de la puerta
y por las celosías se cuela el lamento de los árboles
que se quejan por que el viento
les dobla la espalda.

Por un motivo incierto
tu nombre cayó en mi día
como una negra y desafortunada mosca,
en picada, sobre mi café.

Y ya no sé si es dolor o desidia,
la cuestión es que al orgullo le hierve la sangre
ante el hecho incuestionable
de que todavía me jodes la vida.
Estando años atrás puedes aún
dejarme un mal sabor de boca.

Y es poco, muy poco el consuelo
que me deja la idea que también
puedo amargarte,
de lejos
unas cuantos minutos
si revisas un día
tus estados de cuenta
y veas que alguna vez
pagaste toda la cena.

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