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lunes, 10 de octubre de 2011

Octubre, siempre

Ya no es necesario ver las
tristes hojas del almanaque poniéndose verdes
de tanto que ha llovido,
es octubre.

Los huesos duelen
con un dolor diferente,
la neblina se mete por la nariz y disuelve
la poca voluntad que tengo de olvidar.


Y vuelve a mi, en pleno aguacero
bendecido por las barbas de viejo
que cuelgan de sus ojos verdosos y lúgubres,
acunando en las manos
los años perdidos
cantando bajito un bolero
al son de la tormenta eléctrica
y sonriendo.


El pasado sólo tiene permiso de asomar
sus naricillas húmedas
entre las pozas
que se forman en las aceras.

Ysin embargo es suficiente,
oir cantar los boleros al son de las tormentas
acunar en las manos los años perdidos
para recordar que un día
recé para que no se acabara,
para que lloviera hasta que
las lágrimas lloraran para adentro.


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