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miércoles, 6 de abril de 2011

En la barra del bar

A veces la noche se burla de uno
trayendo en las manos
dos copas de decepciones.
Y se rumian las alegrías que llegaron tarde
los cafés que se enfriaron
los cigarros que se consumieron en los ceniceros
los hijos que no crecieron
los caminos equivocados
los apegos.

Las lágrimas entumidas y tiesas como lagartos
se devolvieron convirténdose en piedras.
Se dieron cuenta que las sonrisas se fosilizan
si se atan a las personas.

Que no hay culpa de sentirse culpable
por jugar con el azar y perder.

Que las tentaciones dejan de serlo
cuando se cumplen
y se vuelven piedras,
que llenan la casa
de papeles amarillos sin respuestas.

Como los gatos con las plumas del ave muerta
juega la cordura
sin decidirse a dar su último zarpazo.

Como pajarillo muertoen las garras del gato
las ilusiones tratan de escaparse de la cordura
y no pueden.

Las palabras parecen hormigas en un hueso seco
Es reconfortante acallar a la conciencia
cundo la ignorancia habla sin parar
rodeada del halo radiante de inocencia,
y poderse reir en la misa del tiempo
como los niños.

Y el día se acaba
y las horas
dejan de tener sentido.
Que los deseos que cabalgaban en las colinas
se van volviendo mansos
como culebras sin dientes
que las lagartijas y las necedades
cuando se pudren,
huelen a desenfado.

Y uno paga la cuenta y se va
aunque no tenga a dónde volver.
Perdona que hable tanto,
ya firmé el recibo.

Ahí están mis pies para llevarte a mi casa
si es que se te antoja
bailar conmigo en silencio
la danza que invocan los martes
para ahuyentar al insomnio.

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