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jueves, 16 de septiembre de 2010

La mariposa

Tus alas oscuras
siempre fueron el hogar de mis demonios.
Te odié tanto que a veces extraño
ver tu nariz asomándose,
el el marco de la ventana.
Nada ha cambiado desde entonces,
sin importar si hay o no leña para entibiar el cuerpo
tu olor se pegó a mi,
para bien o para mal.
Un hechizo se coló en el umbral de mi puerta
y te pintó en el fondo de los ojos
como un óleo oscuro y percudido.
El Insomnio te ha ha ayudado
a que escuche casi siempre ,
tu suave aleteo
cuando bailas en la madrugada
encima de mi casa, de mi casa y de mi paciencia.
Lo bueno, es que no te tengo miedo.
Ya no me pesan tanto tus escamas.
Ya perdiste el poder que tenías sobre mi.
Tu cara de salamandra,
tu voz que como colas de lagartija
se asoma en las repisas
ahora,
arrulla los pocos sueños que me quedan.

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