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viernes, 5 de febrero de 2016

Bailan los cantos de los grillos en plena noche. Casi se puede tocar la nostalgia. No, no es una sumatoria de culpas. Hace años que las guardo con revistas viejas, para utilizarlas a conveniencia cuando empaque las begonias del patio. Oscuras son las flores de los recuerdos. Como golondrinas enlutadas y pequeñitas terminaron las expectativas. ¿Quien me acompaña ahora en el valle de la rutina insulsa? ¿Quién discutirá conmigo de que color se pinta el pelo el Olvido? Como lluvia sobre los techos. La cabeza de agua de la pasión todo lo encabritó, y de ella quedo solamente el barro pegajoso de la certidumbre que aburre hasta al silencio con su olor a manglar. A veces el demonio que aleja de mi todo aquello a lo que me he apegado se asoma en la luna perezosa de noviembre. Sigo buscando el hogar aunque ya no se para que. Nacemos algunos así, perdidos desde antes de emprender el viaje. Errantes en la suicida realidad. Tratando de calzar en todos los árboles del camino. Dejando para otros los frutos dulces del espejismo del éxito. Estorbando. A veces de la semana desearía encontrarme un pájaro sórdido y ciego que me lleve detrás del desdibujado limite de la conveniencia.

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